CON LA MÚSICA A OTRA PARTE
En más de una ocasión nos hemos encontrado con filmes de los que recordamos nítidamente su banda sonora, formando un conjunto perfecto (sea para bien o para mal) con la película o destrozándola hasta límites insospechados. ¿Qué sería de “Casablanca” sin “As time goes by”, de “El golpe” sin su fondo jazz-ragtime o de los filmes de Blake Edwards y Peter Sellers – la saga de “La pantera rosa” o la descacharrante “El guateque”- sin las bandas sonoras de Henry Mancini? Pero incidamos un poco y busquemos un poco más en la relación entre la música y el cine.
MÚSICOS EN EL CINE.
No es extraño encontrar “biopics” de músicos famosos han sido casi una constante en el cine. La atracción ejercida por parte de los más controvertidos y/o admirados artistas de la música popular sobre los directores ha dado lugar a interesantes muestras y a otras absolutamente prescindibles (¿era necesaria una TV movie sobre Isabel Pantoja, presunta choriza y vendedora de exclusivas en las mismas revistas a las que aborrece de lunes a jueves?). Centrándonos en las primeras (todo criterio es subjetivo) quizá “Ray” (Taylor Hackford, 2004), sobre la figura del genial músico Ray Charles sea una de las más destacadas.
El drama del despegue, auge y caída; la grandeza y miserias por las que atravesó un artista genial como pocos y los entresijos de una lucha para distinguir entre los leales de verdad y los apegados circunstanciales son descritas con escasos tapujos y una gran interpretación, en especial por su protagonista, Jamie Foxx, por cuyo papel recibió un Oscar al mejor actor.
Pero en otras ocasiones los músicos no son meros objetos de biografía, sino que se convierten en partícipes de la propia película, aunque no siempre con buena fortuna. Porque hay películas convertidas en mera acción de propaganda propia, como ocurrió con los dos que rodaron Hombres G y que no pasaran precisamente a la historia de la filmografía como hitos del celuloide, o ajena, caso del propagandismo del españolismo más absurdo, machista y estúpido que el régimen quería exportar como si fuera un motivo de orgullo, caso de los filmes de Manolo Escobar que, de vez en cuando, "Cine de Barrio" se empeña, inasequible al desaliento, en exhibir para espanto de las nuevas generaciones (excepto de unas "Nuevas Generaciones" muy particulares...).
Mención aparte –capítulo de rarezas– merecen las películas de los Beatles: “Help!”, “Magical Mistery Tour” o “Yellow Submarine” son, amén de un catálogo lisérgico/psicodélico de la época sesentera (que, sin duda alguna, fue anterior: mejor o peor, eso es algo que corresponde juzgar a ustedes, pero al menos colorida si fue) mezclada con el humor surrealista británico, un paseo por la nostalgia de canciones que han pasado de generación en generación (por lo menos, eso era hasta no hace demasiado tiempo, o quizá me voy haciendo demasiado mayor).
Otra rareza no menos sublime es la que corresponde, ya a finales de los setenta, a Dan Aykroid y John Belushi, o dicho de otro modo, a los Blues Brothers. “Granujas a todo ritmo” (John Landis, 1980) describe los milagros –nunca mejor dicho, tratándose de una “misión de Dios”– de Jake y Elwood, dos desastrosos y caraduras bluesmen de Chicago que ponen contra las cuerdas a un patoso conjunto de neonazis, policías y músicos de country con tal de salvar el orfanato en que se habían criado. Ray Charles, Cab Calloway, Aretha Franklin, James Brown, John Lee Hooker y la banda de los Blues Brothers completan el elenco musical de un filme movido y desternillante que acabó lanzando al estrellato a una pareja de personajes que habían surgido de un sketch del programa televisivo Saturday Night Live.
No menos curiosa y brillante es la película francesa “Swing” (Tony Gattlif, 2002) que protagonizan dos jóvenes actores (ella, Lou Rech y él Oscar Copp) cuya relación afectiva, en una región provinciana y clásica donde que una niña manouche (gitana) y un niño gadjo (payo) como ellos convivan resulta cuando menos extraño. Tanto por la emotividad que muestra en una relación tan inocente (ese primer amor…), en la narración de los horrores del exterminio de los gitanos llevado a cabo por los nazis en Francia (tan serenamente narrado por una abuela del campamento) o en el final del maestro de guitarra (el músico manouche Tchavollo Schmitt, en cuya roulotte presenciaremos una magnífica interpretación de "Ojos Negros"), como por las sesiones de jazz gitano que tanto nos recuerdan a Django Reinhardt (de hecho, el lutier Mandino, sobrino del anterior, participa en la película) hacen de “Swing” un filme imprescindible para los amantes de este estilo musical.
Hay filmes en los que la trama se desarrolla no en torno a un músico, sino a la música en general o a una música en concreto. Saura hizo de ello casi un género o un leitmotiv cuando menos de muchas de sus películas. Pero buscando en otros baúles, no necesariamente de los recuerdos, observamos otras conexiones donde la música se convierte en objeto dramático para el séptimo arte.
“Bar El Chino” (Daniel Burak, 2003), protagonizada por Boy Olmi y Jimena la Torre , narra los deseos de un director de documentales de contar la historia del mítico boliche del bonaerense barrio de Pompeya. Lugar de encuentro de amigos, de amantes del tango, de solidaridades entrecruzadas, de amores y amarguras como las que cruzan la historia de Olmi y La Torre , es un brillante filme como tantos y tantos ejemplos del cine actual argentino.
Y como entre copas, alrededor de una mesa, las canciones no pueden faltar, la alemana “Soul Kitchen” (Fatih Akin, 2009) va precisamente de música y pitanza. Una delirante comedia sobre las desventuras de un cocinero griego afincado en Hamburgo, propietario de un pequeño restaurante, que a partir de la marcha de su novia a China por motivos laborales y la salida de su hermano (un chorizo de bajos fondos y apostador irremediable)de la cárcel ve mejorar las cosas al ponerse su restaurante de moda entre la gente más movida por la música y los platos de un excéntrico cocinero, lanzador de cuchillos en sus ratos libres. Sin embargo, cuando decide ir a Shangai a ver a su novia (que le pone los cuernos) y dejar en manos de su hermano el restaurante, todo se va a ir por la borda...¿Tendrá solución la pérdida del "Soul Kitchen" a manos de un especulador inmobiliario, su hernia discal, el siete que Nadine le hace en el corazón...? Sí: pero digamos que de forma un poco...¿rara? Muy recomendable.