miércoles, 4 de abril de 2012

EXPOSICIÓN VIRTUAL DE CARTELES DE LA REPÚBLICA

En esta exposición virtual, además de carteles curiosos, haremos un repaso pequeño por la historia de la Segunda República y sus realizaciones. ¡Bienvenidos/as!

LA REFORMA AGRARIA

CARTEL: Propaganda de la Agrupación Socialista Madrileña/PSOE exhortando a los campesinos a apoyar a la República en guerra y a sus reformas a favor de los trabajadores del campo. Autor: Huertas

Una de las más ambiciosas y difíciles medidas que los dirigentes republicanos tenían en mente era la de una reforma agraria que modificaran las relaciones de propiedad de la tierra que regían desde tiempo atrás. La desamortización y la adquisición por parte de particulares de los bienes de propiedad comunal había creado una élite de terratenientes frente a una gran masa de campesinos sin tierra que sólo disponían de su fuerza de trabajo o que eran arrendatarios, muy a menudo con contratos abusivos, de pequeñas parcelas.
La reforma agraria implicaba a diferentes departamentos ministeriales, no sólo a Agricultura, sino también a Justicia y Trabajo. Las leyes de Laboreo Forzoso, de Términos Municipales, del Contrato y de Jurados Mixtos implantadas en estrecha colaboración por Fernando de los Ríos y Francisco Largo Caballero contribuyeron, junto a la fijación de salarios más elevados, a mejorar las condiciones de vida de los campesinos. Igualmente, las obras hidráulicas desarrolladas por el equipo de Indalecio Prieto y la elaboración del Plan Nacional de Obras Hidráulicas iban encaminadas a poner más tierras en disposición de ser cultivadas y repartidas.
Sin embargo, el proyecto de reforma de 1932 tuvo unos efectos muy limitados. La elaboración intrincada de la ley, los obstáculos impuestos por funcionarios y grandes propietarios reticentes con la República o la división en su concepción entre los grupos republicanos (que aspiraban a la creación de pequeñas propiedades familiares) y los socialistas (partidarios de su división en grandes parcelas que pudieran ser trabajadas de modo colectivo) causó que fueran expropiadas pocas tierras y pocas familias campesinas asentadas en ellas. No pudo impedirlo el hecho de que en el Instituto de Reforma Agraria (I.R.A.)hubiera expertos juristas y técnicos como Pascual Carrión, Díaz del Moral o Felipe Sánchez Román.
Hubo que esperar a la victoria del Frente Popular en 1936 para que el nuevo ministro de Agricultura, el profesor de Derecho Mariano Ruiz-Funes, impulsara con más brío los asentamientos de familias campesinas, incluso usando las restrictivas normas aprobadas en el bienio radical-cedista, y nuevas leyes agrarias que remediaran la situación de miles de familias campesinas que habían comenzado a ocupar tierras por sí mismas.

Mariano Ruiz-Funes, el último ministro de Agricultura de la República antes de la guerra, era catedrático de Derecho Penal y durante la guerra representó a España en el Tribunal de Arbitraje Internacional de La Haya, a donde estaba destinado en comisión de servicio desde su puesto en la embajada española en Bruselas. Ruiz-Funes fue el primer jurista internacional que estableció las bases para que fueran perseguidos judicialmente los culpables de crímenes de guerra y genocidio, unos crímenes que ya antes de la guerra de España o de la S.G.M. estaban siendo tomados como objeto de materia jurídica a raíz del genocidio de los armenios de 1915 o de los cometidos por las tropas italianas en la invasión de Abisinia. El jurista murciano se refería a estos hechos afirmando que, de repente, los criminales “se habían vuelto liberales”.

OBRAS HIDROLÓGICAS

Afiche de propaganda de la construcción del embalse de Alarcón, entre Cuenca y Valencia, cuyas obras de construcción fueron iniciadas durante la II República y fue terminado con posterioridad. Autor:

En los años del primer bienio republicano (1931-1933) fueron tres los ministros socialistas que formaron parte tanto del gobierno provisional como del encabezado por Manuel Azaña: Francisco Largo Caballero, veterano líder sindical, en Trabajo; Fernando de los Ríos, intelectual y catedrático universitario, en Justicia; e Indalecio Prieto, periodista y líder del sector moderado, en Hacienda primero y Obras Públicas después.
Prieto era consciente de que el estado de las finanzas del país no era boyante. Por un lado, el estado en que habían quedado tras las numerosas y costosísimas infraestructuras desarrolladas por los equipos ministeriales de la época de Primo de Rivera hicieron que, en determinados sectores, no pudieran afrontarse nuevas obras. Pero, al mismo tiempo, el otro factor que le presionaba eran los efectos de la Gran Depresión que tardíamente comenzaron a notarse en España. La crisis del sector metalúrgico, por ejemplo, le deparó quebraderos de cabeza con los representantes de esta industria, que le instaban a reanudar el programa de construcciones ferroviarias. Prieto se negaba, aduciendo la preferencia que el público estaba mostrando por el transporte automóvil o la inviabilidad de muchas líneas, pero aún así desarrolló útiles obras de electrificación, enlaces subterráneos y nuevas estaciones como la de los Nuevos Ministerios.
Sin embargo, como modo de combatir el desempleo, en especial en el sector de la construcción, y para suministrar agua a nuevas tierras de regadío, energía hidroeléctrica para la industria y mejorar la eficiencia de los sistemas de riego, el equipo ministerial de Prieto realizó un vasto plan de obras hidrológicas que se centró en el Levante, Andalucía, Extremadura y La Mancha. Para ello, contó con un ingeniero de la época de Primo de Rivera, Manuel Lorenzo Pardo (que luego, en los años de la guerra, encontró refugio en una embajada, como las propias hijas de Prieto, para estar a salvo de represalias, pues era conservador) quien, auxiliado por un joven ingeniero toledano, Manuel Díaz-Marta Pinilla (posterior asesor en Senegal, México o Polonia), desarrolló obras como las del río Cíjara –posteriormente conocido como plan Badajoz–; presas y centrales hidroeléctricas en el Ebro y el Guadalquivir; el embalse de La Maya en Salamanca; y un proyecto de trasvase entre los ríos Tajo, Júcar y Guadiana para poner en marcha una red de riego en el SE peninsular y abastecer al pantano de Alarcón.

Manuel Díaz-Marta Pinilla fue, durante la guerra, combatiente en el Ejército Popular de la República. Durante el exilio, además de desempeñar labores de asesoría en materia hidrológica en diversos países, fue profesor universitario en México, país donde se exilió. A su regreso, fue diputado y senador por el PSOE, donde, como hizo en el exilio, batalló contra las políticas de trasvases (Tajo-Segura o el del Ebro). Díaz-Marta concebía que, en los años treinta, los trasvases eran la solución más simple porque la tecnología disponible no permitía el reciclado de aguas, la desalinización o la extracción de aguas del subsuelo, pero en los sesenta o en los albores del siglo XXI, afirmaba que la solución del trasvase no podía ser la única a considerar y que era necesario observar todas las alternativas para el aprovechamiento eficiente del agua.

URBANISMO Y ARQUITECTURA

Propaganda para el reclutamiento de trabajadores en la construcción del ferrocarril de mercancías Madrid-Valencia, que iría a servir para el abastecimiento rápido de la capital. Autor: Cantos

Ya desde los años veinte, iba a surgir con fuerza en Madrid y Barcelona, con algunos focos de expansión en el País Vasco y Valencia, nuevos movimientos arquitectónicos ligados al racionalismo procedente de la Europa central y del norte. En esta generación iban a influir decisivamente personalidades como Mies van der Rohe, Le Corbusier o la Bauhaus alemana. Arquitectos como Luis Lacasa, Fernando García Mercadal, Sixte Yllescas, Josep Lluís Sert, Casto Fernández Shaw, Rafael Bergamín, Sánchez Arcas o Luis Labayen formarían, el mismo 14 de abril de 1931, el GATEPAC (Grupo de Arquitectos y Técnicos Españoles por la solución de los Problemas de la Arquitectura Contemporánea).
El GATEPAC, con su movimiento autónomo y especialmente relevante en Cataluña, el GATCPAC, iba a recibir un especial apoyo de las autoridades, algo que no iba a ser cosa menor en unos años de crisis en la construcción. Este grupo de arquitectos estará destinado a desarrollar, en Madrid y Barcelona especialmente, proyectos como la Ciudad de Descanso en Gavá/Casteldefells, el Plan Macià para la ampliación de la Ciudad Condal, el nuevo Hipódromo de la Zarzuela de Madrid, la Colonia El Viso en la misma capital o las nuevas facultades de la Ciudad Universitaria madrileña, en construcción en los últimos años de la Monarquía, pero cuyo impulso más grande llegó con el nuevo régimen republicano.
El trabajo de estos arquitectos no se limitó a la construcción, sino también al urbanismo y embellecimiento . En el caso de Madrid y con la llegada a la alcaldía de Pedro Rico, García Mercadal (quien trajo a Le Corbusier a conferenciar en la Residencia de Estudiantes) desarrolló el proyecto de los Jardines de Sabatini. Realizaron, asimismo, estudios sobre la vivienda mínima (aunque lo más efectivo para mejorar el acceso a la vivienda, más allá de la vigente ley de Casas Baratas, fue el estímulo de la ley de promoción implantada por el ministro radical Federico Salmón en 1935) y, como proyecto emblemático, el desarrollado por Secundino Zuazo, que, aunque anterior a esta generación de arquitectos, fue el más afamado de todos. Dentro del proyecto prietista de construcción de los Nuevos Ministerios y del enlace y estación ferroviarios, Zuazo pudo llevar a cabo el proyecto de ensanche de Madrid por la Castellana, que databa de la última etapa de la monarquía y acabó por transformar la fisonomía de la ciudad.

La Ciudad Universitaria de Madrid, hoy muy mutilada en su aspecto actual por haber sido frente de batalla y por el cambio de una tendencia racionalista al regreso a formas monumentales tras el triunfo de las tropas franquistas, estaba en un estado bastante avanzado en el momento en que estalló la sublevación militar. La Fundación Gregorio del Amo, la central térmica, las Facultades de Medicina, Farmacia, Filosofía y Letras y Derecho o el Hospital Clínico estaban acabados o prácticamente acabados en julio de 1936. Igual cambio de tendencia se observa en los Nuevos Ministerios.          
El edificio Carrión, en la Plaza de Callao, haciendo chaflán entre la Gran Vía y la calle Jacometrezo, y conocido por su anuncio luminoso de la Schweppes, es una de las curiosidades arquitectónicas de los años treinta que aún puede verse en Madrid.

LA ESCUELA DE LA REPÚBLICA

Propaganda de la Generalitat de Cataluña sobre la Escola Nova Unificada, en el que aparecen un niño y una niña, simbolizando la coeducación, una de las grandes novedades pedagógicas de los años treinta Autor: Clos

La Constitución republicana de 9 de diciembre de 1931 establecía que “el servicio de la cultura es atribución esencial del Estado, que lo prestará a través de la escuela unificada” y  que “la escuela será laica, hará del trabajo su eje metodológico y se regirá por ideales de solidaridad humana”.
Una escuela pública, laica, unificada, activa y solidaria iba a ser origen de numerosos conflictos con sectores conservadores y católicos (las órdenes religiosas fueron apartadas de la enseñanza), que acusarían a las autoridades ministeriales y a los maestros de dejar a los niños sin educación moral. Pero estos principios no hacían sino recoger otra moralidad: la de la Institución Libre de Enseñanza, donde, bajo la égida de Giner de los Ríos o Manuel Bartolmé Cossío, se habían formado muchos de los nuevos líderes del país. Como el ministro de Instrucción Pública Fernando de los Ríos.
Para hacer una escuela pública, De los Ríos y su antecesor, el maestro y activista republicano catalán Marcelino Domingo desarrollaron un programa de construcción de escuelas que cubriera el déficit escolar, calculado en 27.000 escuelas primarias en todo el país. No se llegó a cubrir esa cifra, pero las 12.000 escuelas construidas en los dos primeros años de la República significaron una cifra superior a las que se hicieron en los treinta años anteriores de monarquía alfonsina. Los decretos que Domingo, De los Ríos y Rodolfo Llopis, maestro y director general de Enseñanza Primaria, encaminados a establecer la coeducación, la enseñanza en las lenguas vernáculas, las novedades pedagógicas de nuestro entorno, la enseñanza de artes y oficios, la libertad de cátedra en los institutos, la dignificación del maestro (salarial y social) o la creación de las Universidades Populares y, ya en la primavera de 1936 y con Francisco Barnés Salinas al frente del ministerio, de los Institutos Obreros, buscaban que la escuela de la España republicana llegara no sólo a erradicar el problema del analfabetismo. También a que nadie se sintiera excluido del sistema educativo por razones de índole socioecónomica y a que la escuela española fuera un referente de escuela avanzada y no dogmática. Llopis, en una circular, llegó a establecer que la escuela no era lugar para la realización de propaganda religiosa o política, pues no podía “manipular las conciencias”, en la misma línea que Giner había establecido para la I.L.E.

En los años de la República, la educación superior fue objeto también de reformas, aunque no tuvieron el alcance ni desarrollo de las que alcanzaron a la primaria. Las más destacadas fueron las que incorporaron las Escuelas de Magisterio a las Facultades de Filosofía y Letras, concedieron la autonomía universitaria a estas mismas facultades y, dentro de un proyecto más a largo plazo, dieron la autonomía universitaria (una vieja aspiración de la intelectualidad liberal) a la Universidad de Barcelona. Así, a través de un patronato en el que estuvieron presentes el gobierno central, la Generalitat y la propia universidad y presidido por Pompeu Fabra, rector de esta última, la Universidad de Barcelona disfrutó de autonomía para decidir su gestión, planes de estudio, contratación de profesores y realizar una educación bilingüe en catalán y castellano.

REGIONALISMO EN LA REPÚBLICA

Propaganda regionalista antifascista con la leyenda de “EL PAÍS VALENCIANO A LA VANGUARDIA DE IBERIA”, con símbolos como las naranjas, mujeres ataviadas con trajes populares, ruedas dentadas y un libro en el que se puede leer “Cultura es libertad, fascismo es esclavitud”.Autor: Arturo Ballester

La Constitución concebía a España como un “Estado integral”, una novedosa fórmula de carácter intermedio entre el centralismo y el federalismo, con la que la República declaraba, en consonancia también con su voluntad de renuncia a la guerra, no aspirar a anexiones territoriales al tiempo que otorgaba, dentro de la integridad nacional, la autonomía a las regiones que se formasen a partir de la unión de provincias con características culturales históricas y económicas comunes.
En septiembre de 1932, era aprobado en las Cortes el estatuto de autonomía de Cataluña, fruto de negociaciones que procedían del año anterior y de tiras y aflojas al hilo del proyecto de estatuto presentado por la minoría catalana, el conocido como Estatuto de Nuria. Las intervenciones decisivas en el parlamento de Ángel Ossorio y Gallardo, Lluís Companys y Manuel Azaña y la frustrada intentona golpista del general Sanjurjo en el mes anterior hicieron que finalmente fuera aprobado, pocos días antes de la Diada Nacional catalana.
La autonomía catalana animó a posteriores peticiones de autonomía, como el estatuto vasco llamado “de las Gestoras”, por partir de la iniciativa de las gestoras de los ayuntamientos vasconavarros. Estaba pensado como un estatuto conjunto para las hasta entonces llamadas “Provincias Vascongadas” y Navarra pero, por oposición a su contenido de los representantes del carlismo en los municipios navarros, sólo fue puesto en marcha, ya en octubre de 1.936, en Vizcaya, Guipúzcoa y Álava. La aprobación del estatuto vasco fue decisiva para que el PNV acabara poniéndose del lado de la República y representado con Manuel de Irujo en el gobierno durante la guerra civil.
En aquellos años de la República también se desarrollaron otros proyectos estatutarios que, sin embargo, no llegaron a ver la luz. El proyecto de estatuto de Galicia estaba siendo estudiado en las Cortes para su aprobación en el momento del estallido de la sublevación militar de julio de 1936. Valencia (que empezó a utilizar la denominación País Valencià en sus proyectos de estatuto, incluso uno elaborado por la CNT anarquista), Aragón, Baleares y Castilla la Vieja y León (con un estatuto conjunto) realizarían proyectos estatutarios que, sin embargo, no pasarían del papel.

UNA CULTURA POPULAR

Anuncio de la llegada de las Misiones Pedagógicas a un municipio.
En el verano de 1933 iba a tener lugar por vez primera el más afamado experimento cultural puesto en marcha por la Segunda República. En ese año iba a crearse el Patronato de las Misiones Pedagógicas. Este proyecto era un anhelado sueño del veterano pedagogo riojano Manuel Bartolomé Cossío. Cossío había sido maestro y pedagogo, conservador del Museo Pedagógico Nacional y tenía una amplia formación en arte adquirida en sus estancias en Italia. Miembro de la Institución Libre de Enseñanza, Cossío se encontraba en edad muy avanzada como para desarrollar por sí mismo el vasto proyecto que había tenido en mente: hacer posible que la cultura se extendiera de las ciudades grandes a los pueblos más recónditos y difícilmente comunicados de la geografía.
Las autoridades del ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes decidieron hacer realidad este sueño, contando con la colaboración de maestros, estudiantes universitarios e intelectuales como Federico García Lorca, inspirador de la compañía teatral “La Barraca” o el músico catalán Pau Casals, que no sólo dio conciertos en el Teatre de Liceu barcelonés, sino en las barriadas más humildes de la Ciudad Condal. Venciendo las reticencias de los sectores conservadores –reflejadas, por ejemplo, en el libro “Historia de una maestra” de Josefina Aldecoa- y la desconfianza con que eran recibidos al principio por los habitantes de los pueblos, los misioneros llevaron el cine –para lo que contaron con un pionero de la cinematografía española, José Val del Omar-, el teatro, reproducciones de pinturas y esculturas de museos como el Prado, la música y los libros a lugares de lo más escondido.
Las Misiones Pedagógicas intervinieron, asimismo, de modo decisivo en la creación de bibliotecas populares en las diferentes provincias españolas, con un número que se sitúa entre las 3 de Huelva y las alrededor de sesenta de la de Santander (hoy Cantabria). La labor de las Misiones, denostada por el régimen de Franco al considerar que se ofrecía una cultura marxista, no fue tal: los libros más leídos por los usuarios fueron novelas de aventuras, clásicos españoles, de autores contemporáneos como Machado o Azorín y cuentos populares, simbolizando la sed de una cultura a la que otros habían ya accedido y que, por contraste, acuciaba a mucha gente en el país en aquellos años.


UNA REPÚBLICA DE TRABAJADORES

Exhortación y advertencia a la vez contra la incautación de las cosechas o la expropiación de las propiedades de los pequeños campesinos durante la guerra civil, inspirado por el Ministerio de Agricultura. Autor: Renau

El primer artículo de la Constitución republicana establecía que España era una “República de trabajadores de toda clase”. La redacción, no exenta de polémica e incluso de guasa –”República de intelectuales de toda clase”, se llegaba a decir por parte de los enemigos de la misma–, dejaba traslucir el carácter de un nuevo régimen en el que la honestidad, el servicio público y la defensa de los trabajadores y las clases humildes estaban destinadas a ser sus señas de identidad, o al menos tales eran las intenciones de las nuevas autoridades del país.
Francisco Largo Caballero fue ministro de Trabajo y Previsión Social durante el primer bienio republicano. Aunque su lenguaje durante el tiempo que pasó en la oposición fue bastante radical y perjudicaría a su propio partido, su labor al frente del ministerio y posteriormente como jefe del gobierno republicano en guerra estaban mucho más adaptados a la tendencia gradualista que el PSOE venía defendiendo históricamente desde su fundación. Largo Caballero había formado parte, como vocal sindical, del Instituto de Reformas Sociales y había defendido la participación del PSOE en las estructuras de la dictadura de Primo de Rivera. De su larga trayectoria derivó una vasta obra de leyes laborales y de unificación del sistema de seguros sociales, germen de la futura Seguridad Social española tal y como hoy la conocemos.
De su etapa al frente del ministerio, se rescatan la ley de Términos Municipales, de Jurados Mixtos, la Ley del Contrato de Trabajo; la fijación de la jornada laboral en ocho horas diarias y el descanso dominical; el proyecto de Ley de Asociaciones y de Negociación Colectiva; la reforma de la Inspección de Trabajo o la mejora de la asistencia y cobertura de los seguros sociales, labor que correspondía al Instituto Nacional de Previsión: los seguros de retiro obrero (jubilación), maternidad, enfermedad e invalidez dieron cobertura a más de cinco millones de trabajadores no sólo industriales y de servicios, sino también campesinos, éstos últimos hasta entonces desprovistos de las mismas. Sin embargo, el problema del paro no pudo aliviarse con un subsidio de desempleo. Fue creada, no obstante, la Caja Nacional contra el Paro Forzoso, un sistema pionero en España por el cual los trabajadores afiliados a los organismos reconocidos como “entidades primarias” para otorgar subsidios, y que eran subvencionados por el Estado, recibían una cantidad de dinero de aquellos.

Jaume Carner sucedió a Indalecio Prieto al frente del Ministerio de Hacienda. Este economista catalán logró, con apenas unas leves modificaciones del sistema impositivo, como la introducción de impuestos especiales por la gasolina, el alcohol o el tabaco, equilibrar las cuentas públicas, bastante depauperadas por el déficit heredado de los años de Primo de Rivera. El crecimiento económico en los años de la República, a pesar de la conflictividad social, fue positivo, aunque más notorio en las industrias de bienes de consumo (sobre todo por el alza de los salarios) que en las de equipo, lastradas por la crisis internacional. De haberse mantenido el ritmo de crecimiento de aquellos años y no haberse dado sublevación y guerra, el índice de PIB de 1950 respecto el de 1900 habría sido casi 100 puntos mayor del realmente alcanzado.

LAS MUJERES Y LA REPÚBLICA

Anuncio de Conferencia Obrera a celebrar en la Casa del Pueblo de la U.G.T./P.S.O.E. a la que las trabajadoras domésticas (obreras del hogar) son invitadas a participar. Autor: Cantos
La República, tras un debate parlamentario no exento de polémica, concedió en 1.931 el sufragio a las mujeres, tomando como ejemplo lo que establecía la Constitución de la Alemania de Weimar y adelantándose a países como Bélgica, Francia, Suiza o la Italia fascista. El voto favorable del Partido Socialista y las posturas encontradas, curiosamente, entre dos mujeres, la sufragista del Partido Radical Clara Campoamor, y Victoria Kent, del Partido Radical-Socialista (centro izquierda), partidaria de contemporizar y esperar a la reacción futura de las mujeres para con la República, fueron los hechos más destacados de un intenso y a veces tenso debate en las Cortes. Al final, quedó establecido el sufragio universal para los mayores de 23 años sin distinción de género, del mismo modo en que podían ser elegidos diputados a Cortes tanto ciudadanos como ciudadanas.
Fernando de los Ríos, en su etapa de ministro de Justicia del gobierno provisional, realizó una amplia reforma del Código Civil a fin de erradicar los signos de desigualdad jurídica entre hombres y mujeres. De este modo, y a falta de la guinda del pastel, que sería la ley del divorcio de 1932 (primera en España), ya bajo la responsabilidad del nuevo ministro Álvaro de Albornoz, las mujeres dejaron de estar discriminadas en cuestiones como la compra de bienes que no fueran sólo los de mero consumo, la apertura de cuentas bancarias, la herencia frente a los varones de la familia o la igualdad en el matrimonio (establecida en la Constitución). De los Ríos, asimismo, abrió los empleos en la administración y el notariado a la mujer y nombró, no sin sorpresa, a la ya mencionada Victoria Kent como directora general de Prisiones, quien actuó bajo la premisa de humanizar la vida carcelaria española.
Durante la época republicana, el crecimiento del movimiento sindical femenino y su mayor visibilidad se vieron frecuentemente acompañadas de mejoras en la calidad del trabajo femenino: sectores como el textil, la hostelería o el empleo en el hogar, mayoritariamente femeninos, fueron objeto de especial preocupación en lo referente a las trabajadoras de estas industrias y servicios. Ya en 1.937 la primera mujer ministra en España, Federica Montseny (por la CNT), de Sanidad, autorizaba por decreto la realización de interrupciones de embarazo en centros de salud de Barcelona para combatir la alta tasa de abortos clandestinos. Era la primera ley del aborto.

Fueron varias las mujeres que desempeñaron, aunque aún en desventaja con respecto a los hombres, cargos públicos en los años 30. Belén Sárrega, Dolores Ibárruri, Margarita Nelken, María Lejárraga o la cedista Francisca Bohigas fueron algunas de las que se sumaron a Kent y Campoamor como diputadas. Durante la guerra, Isabel Oyarzábal sería la primera mujer embajadora, en Suecia. Victoria Kent sería secretaria en la embajada de París y Matilde Huici en el Ministerio de Estado (actual Asuntos Exteriores y Cooperación). Matilde de la Torre, socialista asturiana, sería directora general de Comercio y Aranceles, mientras Catalina Salmerón, hija del ex presidente republicano Nicolás Salmerón, y Dolores Rivas Cherif, esposa de Manuel Azaña, estarían vinculadas al Comité de Ayuda a la España Republicana.

SANIDAD, HIGIENE Y ALIMENTACIÓN

Campaña Pro Higiene Mental lanzada por el Ministerio de Sanidad. Autor: Tom

La preocupación por la salud tampoco fue ajena a las autoridades de la joven República. Dentro del Ministerio de Gobernación (Interior), existía la Dirección General de Sanidad, la cual pasó a ser dirigida por el médico socialista vallisoletano, especialista en epidemiología y diputado a Cortes por Las Palmas Marcelino Pascua Martínez.
Que entre los llamados “hechos nefastos” que se atrevió a poner en el debe de la República el posterior ministro de Educación franquista Pedro Sainz Rodríguez figurase que los hospitales pasaran a depender del Estado dice mucho (y bien) acerca de lo que pretenía el doctor Pascua: hacer un sistema sanitario público y universal. El problema de la asistencia sanitaria, especialmente grave en el campo, hará afirmar a Marcelino Pascua que “Por lo que a mí respecta [...] he de seguir fielmente mi ruta prosiguiendo en mi tarea de organizar sólidamente sobre bases científicas la sanidad en el medio rural [...] hasta que la higiene pública y la medicina preventiva en el campo español sea una novedad tangible sobre una base de nacionalización.”
En 1932 fue creado el Patronato de Asistencia Social Psiquiátrica, con el objeto de mejorar la asistencia en lo relativo a la salud mental, incluyéndose programas de formación para el personal de los centros psiquiátricos; y fue también objeto de remodelación administrativa y funcional el Consejo Superior de Protección a la Infancia, declarado como Institución de Beneficencia del Estado. La labor en materia de decretos y reformas alcanzó tanto un vasto campo de acción: higiene laboral, infantil, puericultura, alimentación, bacteriología y epidemiología… Pascua contó con colaboradores de la talla del doctor Marañón, Gustavo Pittaluga, Manuel Tapia, Sadí de Buen o Francisco Tello, quien estaba al frente de la Comisión Permanente de Investigaciones Sanitarias. Baste decir que la República había multiplicado por más de tres el presupuesto dedicado a Sanidad en 1933 respecto el de 1930 y 1931.
En lo que respecta a la alimentación, se intentó poner en marcha medios para promocionar cambios en la dieta: a través de publicaciones y en las escuelas se promocionaba una mayor ingesta de pescado (especialmente bacalao), incidiéndose en la necesidad de una dieta equilibrada. Existió una evidente preocupación reflejada en normativas por la higiene alimentaria. Destaca la construcción de mercados municipales con normas rigurosas de higiene y control, como el de la madrileña Plaza de Olavide.

Marcelino Pascua fue el primer embajador de España en la Unión Soviética, cargo que ya anteriormente había desempeñado en París. Allí asistió a la recepción y contabilidad de las cajas con las reservas de oro que fueron remitidas desde España por Cartagena y Odessa para su mejor movilización, en las circunstancias de No Intervención (también bancaria y monetaria), de cara a financiar el esfuerzo bélico de la República.                      
Recientemente, el periodista y antiguo líder de Izquierda Republicana Isabelo Herreros ha editado un curioso “Libro de cocina de la Segunda República”, con recetas de platos y cocktails que eran preparados y figuraban en revistas gastronómicas de la época. Herreros cuenta que, a diferencia de ahora, aquella alta cocina era, además, asequible para las clases populares.
 

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