CINEFILIAS
DIÁLOGOS PARA TRONCHARSE
JUEGOS DE PALABRAS, RÉPLICAS, SITUACIONES ABSURDAS, DIÁLOGOS DE BESUGOS… ¿QUIÉN NO RECUERDA UNA PELÍCULA QUE ESTÉ LLENA DE TALES DISPARATES? A ELLAS LES RENDIMOS HOMENAJE. NO TODO EN LA VIDA ES AMARGO, Y HAY GUIONISTAS Y DIRECTORES QUE SE ESPECIALIZARON EN ALEGRARNOS LA VIDA CON ENTRAÑABLES SANDECES.
El humor es una cosa muy seria, y lo divertido no es lo contrario de lo serio, sino de lo aburrido. Así debía ser el parecer de genios como Mel Brooks, Billy Wilder o Blake Edwards, que ya hace tiempo nos enseñaron que el humor no consistía en chistes gruesos. Veamos algunos ejemplos de sutilezas.
IDAS DE OLLA.
Por ejemplo, “Un cadáver a los postres” (Robert Moore, con guión de Neil Simon, 1976), que reunió a un elenco de lujo: Peter Falk, el entrañable Colombo; David Niven ("55 días en Pekín", "Muerte en el Nilo"); Alec Guinness (“El puente sobre el río Kwai”); Maggie Smith ("Hook", "Una habitación con vistas", "Downtown Abbey"); Eileen Brenan ("El golpe"); James Coco y el inefable Peter Sellers ("Telefono rojo", "Lolita" o la saga "La pantera rosa"), que vuelve a dar señas de que es Mortadelo sacado de las páginas del cómic y convertido en ser de carne y hueso -¡de dónde saca esos disfraces!-. ¡Ah!, y una aparición estelar de Truman Capote, haciendo buena su sentencia “Soy escritor, soy homosexual, soy drogadicto, soy un genio”, con un personaje que, de verdad, no tiene abuela.
El escritor de novelas policíacas Lionel Twain, interpretado -¡cómo no!- por Capote reúne en su casa a un conjunto de detectives que no son sino una parodia de los detectives de las novelas: desde Mrs. Marple a Hércules Poirot pasando por Sam Spade. En el siguiente diálogo, veremos una genial ida de olla interpretada por Alec Guinness (mayordomo), David Niven (uno de los detectives) y Maggie Smith (esposa del detective):
Mayordomo: Últimamente teníamos pocos invitados. Me alegro de que esto vuelva a animarse.
Esposa: Gracias… ¿Usted es?
Mayordomo: Bensom Señora.
Esposa: Gracias, Bensom.
Mayordomo: No, no, Bensom Señora. Me llamo Bensom Señora.
Detective: ¿Bensom Señora?
Mayordomo: Sí, señor. James Señor Bensom Señora.
Detective: ¿James Señor Bensom Señora?
Mayordomo: Sí, señor.
Detective: Qué raro…
Mayordomo: Era mi padre.
Detective: ¿Cómo se llamaba su padre?
Mayordomo: Qué Raro Bensom Señora…
La escena acaba con un estallido, cortés pero estallido, de la pobre Maggie Smith. Normal, ¿no les parece?
AFINANDO LA CRÍTICA.
Y si hablamos de idas de olla, no podemos dejarnos de lado a los Monty Python. “Los Caballeros de la Tabla Cuadrada ” o “La vida de Brian” son dos clásicos que, en el caso de la segunda, casi garantizan el infarto del papa de turno en el momento en que se estrenó. Los católicos del sector más duro se echaron las manos a la cabeza… ¡y eso que no se trataba de Jesús, sino de alguien tomado por un profeta en la época de Jesús! Momentos memorables de este filme, a punta pala: Pijus Magnificus y su amigo; el diálogo entre Brian y el centurión romano con motivo de la pintada “Romanos marchaos a casa” mal escrita en latín; la caída de Brian en la cueva donde estaba el anacoreta que rompe, por fuerza, su silencio; los disidentes de los varios Frentes de Liberación de Judea; cómo ser mujer sin tener matriz (y no morir en el intento); la alocada persecución de Brian, sin saber si ha de hacerse siguiendo a la calabaza o a la sandalia…
De “Los caballeros…” nos quedamos, modestamente, con dos momentos cumbres: el diálogo entre Arturo, rey de los bretones (después de hacer su “triunfal” entrada sobre un caballito de juguete con un criado tocando unos cocos para hacer el sonido de los cascos del caballo) y aquel al que le pregunta por el camino de Camelot: esa discusión sobre dónde reside “el supremo poder ejecutivo”, tan fuera de lugar en la Edad Media , y la “violencia inherente al sistema” a consecuencia de los empellones que le da el rey Arturo, harto ya de la perorata de su contertulio… impresionante.
El segundo, por absurdo, merece entrar en los anales: el entusiasmo de Arturo y sus compañeros, pronunciando “Camelot”, a cada cual más emocionado al ver el castillo tan añorado, contrasta como un jarro de agua fría con el exhibido por un cuarto, criado y guía, que dice escépticamente “Es una maqueta”. Muy fino.
“AIGOR” Y EL DOCTOR “FRONCONSTIN”
Mel Brooks merece estar, por supuesto, en esta sección por méritos propios y por una película en especial, “El jovencito Frankenstein” (1974). No sólo por esa canción, “Ooooh, dulce misterio de la vidaaaa, al fin te he encontradoooo…” que cantan las dos despampanantes actrices (Terri Garr y Madeleine Khan) en las escenas del “acto”, disparatada hasta más no poder. Los personajes de Igor (Marty Feldman) y del doctor Frankenstein (Gene Wilder), por no mencionar el de la señora Blucher (Cloris Leachman), cuyo nombre hacía relinchar a los caballos cada vez que era pronunciado, se enzarzan en un diálogo de besugos por un “me llamo doctor Fronconstin”, “¡Ah!, ¿no es Frankenstein?”, “No, es Fronconstin”, “¿Entonces se llama Frodoric Fronkonstin?” “No, me llamo Frederic Fronconstin… Y usted debe de ser Igor”, “¡No, es Aigor!”, “Pues a mí me dijeron que era Igor”... Nada es lo que parece, pues. Ni siquiera el monstruo es un monstruo…bueno, sí, en la cama se demuestra que sí (“Ooooh, dulce misterio de la vidaaa…)”
BERLANGUISMOS
Y si hemos iniciado este repaso humorístico con un elenco excepcional, no podemos irnos sin acudir a un maestro como Luis García Berlanga y al que reunió en “La escopeta nacional” o “Patrimonio nacional”: Luis Escobar, Amparo Soler Leal, José Sazatornil “Saza”, José Luis López Vázquez, Luis Ciges, Mari Santpere o Agustín González son sólo algunos de los que aparecen en estas obras maestras del disparate con sabor “Made in Spain”: el aristócrata monárquico alfonsino exiliado del régimen de Franco… en una finca a cuarenta kilómetros de Madrid; poseedor además de un uniforme carlista, porque se metió en el Requeté “para jugar al fútbol y poder fumar”; coleccionista de vellos púbicos femeninos (¡esa expresión de “Saza” sorprendido: “pero si son pelos de coooño” al ver los frascos donde los tiene guardados, etiquetados con fecha y propietaria!); el hijo salido y deseoso de heredar “el marquesado, la baronía de Valencia o las pollas en vinagre” que no se muestra partidario de dar en vida este sui generis marqués de Leguineche… sí, es un humor algo más grueso, propio de finales de los setenta y principios de los ochenta, pero agudo, mordaz y crítico con esas decadentes familias venidas a menos que se unen y se separan por los “intereses creados”, que diría Benavente.
Disfruten del humor. No se toman otra cosa más en serio.