domingo, 18 de agosto de 2013

FÚTBOL EN LA RDA(II)


FÚTBOL EN LA RDA: ENTRE “SPARSI” Y SAMMER




Tenemos arriba algunos de los equipos que fueron más representativos de la RDA. De algunos ya hemos hablado. Los tres primeros fueron campeones o finalistas europeos. Los dos Dinamos mantuvieron una eterna rivalidad y sólo el de Dresde pudo mantener una cierta competitividad en el día de hoy, siendo el único club del Este, junto con el Hansa Rostock, que se estrenó tras la reunificación en la Bundesliga. El Karl Marx Stadt fue primer campeón de la DDR Oberliga en tres años consecutivos, antes de la irrupción sospechosa del Dinamo berlinés y sus diez ligas seguidas.
Destaca, sobre todo, como ocurría en otros países del bloque oriental, la existencia de numerosos clubes que hacían referencia en sus nombres a las fuerzas del trabajo y la producción. Lokomotive, Energie, Stahl (Acero), Turbine... nombres semejantes a los de otros clubes de Bulgaria, la URSS o Yugoslavia, y algunos de ellos vinculados a industrias del país, como la óptica Carl Zeiss o la automovilística Motor Zwickau, la constructora de los coches típicos de la Alemania Oriental, los "Trabant". Como curiosidad, decir que la canciller alemana Angela Merkel, nacida y criada en la RDA (y en los propios órganos del Partido Socialista Unificado Alemán) es hincha reconocida del Energie Cottbus, el tercer equipo del Este que junto a Dinamo Dresde y Hansa ha militado en la Bundesliga desde 1991.
  
Vamos a pasar a analizar a continuación lo que fue el devenir histórico de la selección nacional de fútbol de la República Democrática Alemana. A lo largo de sus cerca de cuarenta años de andadura, desde que en 1952 el equipo de la RDA debutara en un duelo contra Polonia, pocos han sido los éxitos que adornaron al equipo germano-oriental, pero entre ellos destaca sobre todo el partido en que el equipo azulón derrotó a sus vecinos del Oeste en la primera fase del Mundial de la RFA 1974.

La selección de la RDA.
Desde luego, la República Democrática no pudo nunca ser igual de competitiva que la República Federal, pero ni siquiera pudo compararse a otras selecciones este-europeas que lograron sonados éxitos como Hungría, subcampeona del mundo en Suiza 1954; Checoslovaquia, campeona de Europa en Yugoslavia 1976 y subcampeona del mundo en Chile 1962 o la URSS, semifinalista en algunas ediciones de la copa del mundo y campeona de Europa en 1960. A lo más que llegó la Alemania democrática fue a éxitos a niveles amateur, conquistando la medalla de oro en los JJ.OO. de Montreal de 1976 en una final en la que derrotaron a sus vecinos polacos. Repitieron luego final en los de Moscú 80, quedándose con la de plata. Una racha de éxitos olímpicos que se había iniciado en Munich 1972, en la que los olímpicos de fútbol germano-orientales lograron la medalla de bronce en la final de consolación.
Esta década de los setenta fue desde luego la época dorada de la selección de la RDA, cuyo punto culminante fue la clasificación para el primer y único mundial disputado en su historia: el de Alemania Federal 1974.
A nivel absoluto, sólo una vez la RDA llegó a jugar un Mundial, pero desde luego no fue un Mundial cualquiera. Fue el campeonato de 1974, el que se jugó en la Alemania Federal. Y, en la primera fase -la de dieciseisavos, que como ahora se juega en formato de grupos- la RDA fue emparejada con… la RFA.
En aquel histórico enfrentamiento entre Alemanias estaba en juego la primera plaza del grupo. Ambos equipos estaban clasificados para la ronda de octavos, también jugada en formato de grupos. La Alemania federal, posterior campeona, contaba con jugadores de la talla de Maier, Vogts, Beckenbauer, Netzer, Breitner, Hoeness, Müller… los aficionados de ambos estados alemanes esperaban que la selección occidental “se merendase” a sus vecinos orientales, que no podían contrarrestar a aquel equipo enorme apenas nada. Pero los Croy, Bransch, Kische, Laück, Sparwasser (foto) o Hoffmann no estaban dispuestos a dejarse ganar sobre el césped de Hamburgo, como todos preveían.
Los dos equipos marraron claras ocasiones, como se ve en las fotos adjuntas. Balones que se van rozando el palo o delanteros que lanzan el balón por encima del larguero con la portería vacía. El encuentro se antojaba apasionante, y la RDA estaba demostrando que David podía vencer a Goliat, o por lo menos que los cuatro o cinco goles que todos esperaban iba a recibir podían quedarse en muchos menos. 



 Y es que la primera parte acabó con un sorprendente 0 a 0 casi de milagro. Como muestra, la jugada de la imagen, en que Torpedo Müller, el talentoso delantero del Bayern de Munich, había estado a punto de adelantar a su selección, pero estrelló el balón en el poste de Jürgen Croy. Pero en el contraataque siguiente, quien tuvo la oportunidad de adelantarse fue la RDA. El extremo azul cruzó el balón demasiado desviado del marco de Seep Maier, sin que pudieran llegarlo a rematar en el área pequeña ni Hoffmann ni Sparwasser.
En el segundo tiempo, como ocurriría con casi todo el partido, los alemanes occidentales salieron “sospechosamente” relajados. Ciertas fuentes, entre ellos los propios jugadores de la República Federal, opinan que estaban empanados. Otras aseguran que deseaban perder y quedar en el segundo puesto, que les facilitaba pasar a un grupo más fácil que sus vecinos del Este.
Fuera como fuera, perdieron. Incapaces de llegar con claridad a puerta, la RDA no tuvo más que aprovechar una (quizá la única) ocasión de las pocas en que dispuso en una segunda parte bastante ramplona, si la comparamos con un primer tiempo más pródigo en espectáculo y ocasiones.
Eso sí, la jugada fue impresionante. Una contra de las que se llaman de libro por la derecha iniciada en el meta Croy acaba con el balón en los pies del delantero del Magdeburgo Jürgen Sparwasser. El control con el pecho deja a dos defensas descolgados y, aguantando magistralmente la salida de Maier, culmina con un remate por encima del portero en el fondo de la portería. Faltaban menos de quince minutos para el final del partido.
Aquel gol desató la euforia entre los jugadores de la selección germano-oriental, cuyo nivel futbolístico ni económico podía compararse con el de aquellos grandes rivales de la selección occidental a los que se estaban enfrentando, y desde luego sirvió en bandeja una excusa perfecta para la propaganda a unas autoridades de la RDA que no dudarían en convertir aquel éxito en un nuevo icono de propaganda.De entre ellos, el más destacado fue el caso del goleador, Sparwasser. Rechazó una oferta para jugar en la Bundesliga, en el todopoderoso Bayern de Munich, por lealtad al SED y a la RDA. Pero tuvo que enfrentarse con la realidad al no acceder las autoridades a sus deseos de estudiar un doctorado y obligarle a entrenar al Magdeburgo a su retirada del fútbol. Aquella triste historia acabó con su huida a Occidente en 1980. Antes de aquello, sin embargo, la RFA campeona del mundo en aquel mundial ante la inolvidable Holanda de la “Naranja Mecánica” le mandó un telegrama dándole las gracias por su gol, sin el cual, como explica Beckenbauer, jamás los jugadores de Alemania Federal habrían espabilado y habrían conquistado el campeonato. La RDA, tal y como se esperaba, accedió a un grupo de octavos muy complicado, contra los mencionados holandeses de Cruyff, Suurbier, Stuy o Neeskens y Argentina, quedando últimos de grupo y eliminados, no sin dignidad y con aquel triunfo histórico en el bolsillo, del Mundial 74.
Pudo repetirse sin embargo la hazaña de volver a disputar un mundial justo cuando el país estaba a punto de dejar de existir. En la fase de clasificación para Italia 90, la RDA contaba con la postrera y sin embargo la mejor generación de futbolistas nacidos en Alemania Oriental desde aquella que jugó el Mundial de la RFA en el 74. 
Andreas Thom, Ulf Kirsten (en la foto, con el chándal de calentamiento) o Matthias Sammer formaban parte de aquel conjunto que tuvo la oportunidad de disputar, en plena Perestroika y crisis del régimen de Honecker, su segundo Mundial. Emparejados en la fase previa con la URSS, Austria, Turquía e Islandia, quedaron a tan sólo una victoria de los austriacos y por tanto de hacer las maletas y viajar, unos meses antes de la reunificación, a tierras transalpinas. Para aquellos días mundialistas, la RDA había cambiado tanto que ahora no la presidía un comunista anticuado como Honecker, sino un reformista intelectual como Lothar de Maizerie, quien pedía rescatar para la nueva Alemania algunos aspectos de la RDA, entre ellos su himno, el bello “Levantados de las ruinas”, cosa con la que el canciller federal Helmut Kohl (cuya política de integración se parecía más a una asimilación, casi una colonización) no estaba dispuesto a transigir.
Con tres victorias (dos de ellas ante la débil Islandia) y un empate ante los austriacos, poco pudieron hacer los alemanes orientales, sin embargo, para optar al billete mundialista tras sus dos derrotas decepcionantes ante el combinado turco. Sin embargo, para el recuerdo quedará el triunfo en casa, que parecía abrir un rincón para la esperanza, ante la Unión Soviética.
No era el momento más propicio el 8 de octubre de 1989 para jugar un partido de fútbol. Berlín, Dresde, Leipzig… las ciudades del Este eran un hervidero de protestas contra el régimen, la Stasi, Honecker. Sin embargo, la URSS era un rival propicio tanto para los nostálgicos del comunismo de ala dura -si es que alguno quedaba con ganas de airear sus ideas- como para los simpatizantes de la Perestroika, que se habían lanzado a las calles de la RDA coreando “Gorbi, Gorbi” el 7 de octubre, fecha del 40 aniversario de la fundación de la República, ante las narices de Honecker y su inmovilismo. Los soviéticos, líderes del grupo, se adelantaron en el marcador ante el júbilo de un nutrido grupo de seguidores rusos. 
Pero con empuje y pundonor, dando la que sería última alegría conjunta a tirios y troyanos, los dos futbolistas más talentosos de la selección germano-oriental, Kirsten (que tras la caída del muro ficharía por el Bayer Leverkusen) y Sammer (el primer futbolista de la RDA que debutaría con la selección de la nueva Alemania reunificada) dieron la vuelta al marcador y pusieron el 2-1 final ante una gran celebración de la hinchada alemana. Un mes después, el gobierno del sustituto de Honecker, Egon Krenz, levantaba las restricciones para los viajes. Era el principio del fin.
Inexorablemente, también llegó el fin para la selección de fútbol azulona. En un amistoso jugado en el estadio Heyssel (hoy Rey Balduino) de Bruselas, el 23 de septiembre de 1990, Bélgica y la RDA jugaron el último partido de estos últimos en un amistoso que los alemanes del Este vencieron 0-2 con goles por partida doble de Sammer. Se acabó una forma de fútbol y había que adaptarse a una nueva. Un fútbol que fue distracción y arma política en un país que, como se dice en la película “Good bye Lenin!”, nunca existió de la manera en que muchos habrían deseado.




1 comentario:

  1. Historia llena de nostalgia a través del fútbol se narra la vida de una nación he aquí ese ejemplo

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