sábado, 4 de febrero de 2012

PUNTA DE CALNEGRE

LA ESCAPADA
PUNTA DE CALNEGRE
UN RINCÓN VIRGEN EN LA COSTA CÁLIDA
CÓMO LLEGAR


En vehículo privado se puede acceder desde Cartagena tomando la salida 2 de la AP-7 (Autopista del Mediterráneo) y continuando por la carretera D-21 hasta Calnegre. Para ver formas de llegar mediante transporte colectivo, sería necesario consultar horarios de autobuses desde Cartagena, Lorca o Águilas, conectadas con las principales rutas de autobús y ferrocarril.

Sorprende positivamente que en una comunidad tan degrada como la murciana por la especulación urbanística y la construcción masiva de edificaciones turísticas queden rincones inexplorados por las anteriores como son la Punta de Calnegre y las calas de Bolnuevo, una ciudad encantada deliciosamente agradable para el visitante. Por fortuna para el viajero, entre Mazarrón y Águilas, en este antiguo reino musulmán de Tudmir podemos encontrar lugares donde se hace verdad el proverbio musulmán y es mejor permanecer callado para no romper la magia del silencio que es admirar estos lugares tan especiales.
Quizá sea por eso por lo que, callados ante tal belleza, la Punta de Calnegre pertenece a un parque natural de la región que afortunadamente lo ha puesto a salvo de posibles depredaciones efectuadas con el consentimiento, el silencio cómplice -mucho más penoso- o incluso la participación espuria de las administraciones públicas a los que tan dados son los próceres de las autonomías levantinas cuando se trata de crear riqueza destruyendo otra. Pero, ocupándonos propiamente del tema que nos ocupa, hay un encanto cierto en estas calas que quizá sea el impedimento mayor para que hayan entrado el hormigón y las grúas hasta aquí.
El azote del viento ha modelado formas imposibles como ha sido en el caso de Bolnuevo. Haciendo y deshaciendo a su antojo, tomándose en serio su papel de agente geológico, Bolnuevo es hoy un sitio magnífico para imaginarse en un planeta o en una civilización perdida e ir examinando, jugando con la mente, si realmente fue Eolo con su aliento o fueron pueblos antiguos los que levantaron aquellas extrañas y majestuosas formas en la piedra y sobre la arena de las placenteras calas. Obviamente, esto es sólo producto de nuestra imaginación, pero ¿quién no se permitiría el lujo de soñar en estos parajes?
Calnegre es África insertada lejos de su tierra madre. El acceso, complicado para los que tengan prisa (otra razón quizá por la que el turismo de masas no ha llegado hasta aquí), se consigue serpenteando a lo largo de la costa o por el interior, más rápido a través de un mar de invernaderos situado sobre un paisaje desértico y al mismo tiempo fascinante. El visitante tiene la sensación de estar lejos de la civilización, como si de pronto apareciera Charlton Heston lamentándose sobre la arena frente a una estatua de la Libertad de cartón piedra.
Sin ser, no obstante, para tanto, se extienden a la vera de un mar azulado y espejeante kilómetros de playas donde una nota de vida esta puesta en pequeñas casas de adobe y en palmeras que salpican, de vez en cuando, por entre las rocas negras de las lomas vecinas. Al sur, como epitafio y límite, la torre desnuda del cabo Cope, lamida por las olas, ya no espera a piratas berberiscos, sino que mira al mar y quizá sienta un amor dulce y tranquilo por este Mediterráneo que le acaricia y no arrastra los peligros de antaño. Quizá porque los piratas, ahora, procedan de tierra adentro.


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