martes, 6 de diciembre de 2011

DOCE MESES, DOCE LIBROS

NO APTO PARA NOSTÁLGICOS


LA RAÍZ
ROTA
Arturo Barea
Diario Público/
Biblioteca de la República (de la edición a la que corresponde la imagen)
Esta edición, Madrid, 2011. Primera edición española, B. Aires, 1955.
400 pp. aprox.




El extremeño Arturo Barea (“La forja de un rebelde”, Londres, 1945, que ahora puede encontrarse editado en castellano por Mondadori), oficinista, miembro de la UGT, censor de noticias de guerra en el Madrid republicano y finalmente exiliado en Gran Bretaña poco antes de finalizar la guerra civil al temer por su futura mujer Ilsa (sospechosa de trotskista en medio de la preponderancia del PCE y tras el asesinato de Andreu Nin y el juicio a los líderes del POUM), escribe una novela absolutamente descarnada sobre la posguerra (y eso que nos encontramos en 1949, pero podía ser cinco años antes o cinco después). De ahí que aquellos que se identifiquen con la frase de Jaime Mayor Oreja, eurodiputado del PP, sobre la “extraordinaria placidez” de la dictadura franquista, anatemizarán a Barea y su obra del mismo modo que toda obra historiográfica, novelística o cinematográfica que vaya contra sus planteamientos.
Porque poco tiene de plácida esta novela. Antolín Moreno, su protagonista, antiguo combatiente republicano que regresa a España después de diez años con pasaporte inglés, trabajo de camarero y expectativas de poder desempeñar un nuevo oficio como representante de firmas industriales británicas en su país de origen, así como recuperar a una familia a la que no ha visto desde hace una década, encuentra una España imperial, una, grande y libre, sumida en los mayores despropósitos. Fusilamientos masivos reanudados tras saberse el régimen a salvo de una caída como la de Hitler y Mussolini; la paranoia económica de la autarquía no da resultado alguno salvo para quienes hace negocio, a mayor o menor escala, con la venta de productos en el mercado negro y las licencias de importación; apuntarse a Falange Española, aun sin tener conciencia política alguna, como medio para abrir puertas y conseguir contactos; mujeres condenadas al oscurantismo religioso, supersticioso o a la prostitución por haber sido esposas, novias o hermanas de republicanos que se encuentran encarcelados o fusilados… Antolín Moreno, en su corta estancia en Madrid, se encuentra no sólo con una realidad delirante que no es difícil de ver (sólo rascando un poco sobre la superficie) sino con que su propia familia se ve envuelta en una espiral similar de miseria, sobre todo moral. Decepcionado, volverá a Londres, no sin antes tratando de salvar aquello que puede y tratando de mejorar, respetando, como hombre liberal y demócrata, la libertad de actuación de sus seres queridos.
Nada de lo que rodea a la novela es ficción. Existió una realidad de pobreza, destrucción física y moral y oscuridad tremebunda para unos españoles sometidos con saña tras una “guerra de Liberación” (!). Pero nada de esto es apto para nostálgicos. Será porque es buena literatura. Y buena historia.

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