lunes, 5 de diciembre de 2011

LISBOA: EL TAJO EN CELULOIDE

LISBOA:
EL TAJO EN CELULOIDE
EL HALO DECADENTE Y ROMÁNTICO QUE HA ENVUELTO HISTÓRICAMENTE A LA CAPITAL PORTUGUESA (RODEADA POR UNA MÍSTICA HECHA DE FADOS, CALLEJAS ESTRECHAS, TABERNAS DONDE SE RASGAN GUITARRAS Y CORAZONES Y SONIDOS DE OTRA ÉPOCA COMO LOS DE LOS VIEJOS TRANVÍAS POR SUS CALLES CÉNTRICAS) NO HA PASADO DESAPERCIBIDO PARA CINEASTAS TANTO LUSOS COMO FORÁNEOS. VEMOS AQUÍ ALGUNOS FILMES CON GENUINO SABOR LISBOETA.
 
Es obvio que testimonios cinematográficos sobre Lisboa existen desde mucho antes de los que aquí pasaremos a describir, pero bien sea por la dificultad de encontrarlos en la actualidad o bien porque algunos no ofrezcan la calidad adecuada (filmes de propaganda política elaborados por la dictadura salazarista, por ejemplo) no nos vamos a detener en ellos. Siempre contamos con excepciones, por supuesto, y para ello siempre se cuenta con el incombustible Manoel de Oliveira. El centenario cineasta de Oporto, cuya imaginación y gusto por los clásicos literarios lo muestra de forma constante en su filmografía, por muy portuense que sea (eterna rival de Lisboa, como Madrid y Barcelona o París y Marsella) ha rodado filmes en la ciudad y en sus cercanías. Quien desee tener un conocimiento de cómo se las gasta (en el buen sentido) Manoel de Oliveira, no tiene más que asomarse a “Non o la vanagloria de mandar”, “Un día de desespero”, “Francisca”, “Los caníbales” y otras obras mediante las que conocer a actores y actrices lusos como son la archiconocida María de Medeiros, Luis Miguel Cintra, Leonor Silveira o Teresa Madruga.
 Y hablaremos de dos películas donde contamos precisamente con ésta última, si bien en dos etapas vitales -juventud y madurez- diferentes, aunque en ambas demostrando por qué es una de las mejores actrices del país vecino. Comenzamos por la primera, donde su papel es protagónico -lo  cual no quita méritos a su actuación como secundaria en el otro-. “En la ciudad blanca” (Alain Tanner, 1982) cuenta además con el suizo Bruno Ganz, a quien recientemente hemos podido ver en el papel del dictador Adolf Hitler en “El hundimiento”. Ganz encarna a Paul, un marino suizo que decide dejar de flotar sobre las aguas en el mercante donde está enrolado y pasar a tierra firme. De siempre se ha dicho que los marinos no aguantan mucho tiempo en tierra, porque se marean. No es el caso de Paul, quien desea alejarse del mar y de su vida anterior, tomándose un periodo de descanso indefinido en el que no tiene más obligaciones que escribir a su mujer en Ginebra y grabar la ciudad en una cámara de Súper 8. Al desembarcar en Lisboa, conocerá a Rosa (Madruga),  empleada de la pensión donde vive, de quien se enamora con naturalidad, sin compromisos, manteniendo un romance sin prisa y sin calendario.
Ese amor es un amor que para Paul se extiende a una ciudad donde se encuentra cómodo, relajado, anónimo entre gentes sencillas (los propios lisboetas se convirtieron en colaboradores espontáneos de los técnicos, apartando automóviles de la vía y regulando el tráfico). Destacan la escena del vestido negro de Rosa abriéndose sensualmente ante Paul y la del reloj del Americano, un bar cercano al Cais do Sodré, cuyas manecillas van marcha atrás, simbolizando los deseos del marino por detener el tiempo.
Un papel radicalmente distinto es el que encarna Teresa Madruga en “Sostiene Pereira”, la adaptación que el italiano Roberto Faenza realizó en 1996 de la novela de su compatriota Antonio Tabucchi y que supuso la última película del maestro Marcello Mastrioani. Acompañado de un reparto de lujo en el que, además de Mastroiani y Madruga, participaron Joaquim de Almeida, Nicoletta Braschi (la esposa y compañera de tantos filmes de Roberto Benigni) o Daniel Auteil entre otros, Mastroiani encarna a un apocado periodista, con tendencia al sobrepeso y con dificultades coronarias, en la época dura de la Europa de entreguerras, en la que el fascismo portugués no escondía su carácter rudo, la República española se quebraba sin esperanzas ante el asalto de los militares golpistas y el acoso de Hitler y Mussolini amenazaba con una grave catástrofe a nivel mundial.
Vigilado por la portera de la redacción cultural (Madruga), acosado por dudas de fe, desganado ante la vida tras la muerte de su esposa y sin libertad para elegir los contenidos a publicar en el diario, cuyo estrambótico director es un fiel salazarista, Pereira entra en contacto con  Monteiro Rossi y su novia Marta, dos jóvenes idealistas, vitales y de energía arrolladora, cuya llegada harán que Pereira vaya, poco a poco, planteándose en medio de la atmósfera calurosa del mes de agosto, si hay otra vida, si merece la pena luchar para dar a conocer al país lo que está ocurriendo y si se puede, con voluntad -como le sugiere la mujer judía que encuentra en el tren, en una de las escenas del filme-, lograr lo que parece imposible. La banda sonora, del genial Ennio Morricone, cuya obra impregna tantas películas del Oeste, cuenta con la voz de Dulce Pontes en el extraordinario tema principal, “A brisa do coração”.
Si queremos hablar de acontecimientos históricos portugueses recreados en el cine, no es posible obviar la Revolución de los Claveles, que precisamente pondría fin al salazarismo, cuarenta y ocho años después de su implantación, mediante un golpe de Estado incruento efectuado por un grupo de militares jóvenes (el MFA o Movimento das Forças Armadas) que, surgidos muchos de ellos de las clases medias y bajas, eran conscientes del sufrimiento que para la metrópoli y las colonias estaba acarreando el mantenimiento de la guerra en África y de la falta de libertades. En 1999, cuando se cumplía su 25º aniversario, Maria de Medeiros -actriz internacional (“Airbag”, “Pulp  Fiction”, “Mi vida sin mí”), directora y desde fechas recientes revelada como excelente cantante con su disco “A little more blue”- estrenaba “Capitanes de Abril” con un elenco también muy internacional, donde están presentes Stéfano Accorsi, Fele Martínez, Joaquim de Almeida, Duarte Guimarães, Manuel Manquiña, la propia De Medeiros o Rita Durão.
La película, respetando la verdad histórica y al tiempo introduciéndonos la ficción de la relación entre los personajes del capitán Salgueiro Maia -un héroe nacional para Portugal, interpretado por Accorsi-, su compañero Manuel y la profesora universitaria Antonia (De Medeiros) nos cuenta el relato vibrante y apasionado de las veintiséis horas en las que Lisboa y Portugal entero vibró con un cambio impredecible para muchos, incluso cancilleres europeos y el propio gobierno de Franco.
No se omiten tampoco los detalles humorísticos, tanto para aliviar tensiones como los que tuvieron lugar en aquel mismo día. El disparatado diálogo entre Accorsi, Fele Martínez y Guimarães a cuenta de si los tanques debían o no parar en los semáforos o si debían o no activar las señales acústicas de las autoametralladoras, lo que pondría en peligro una misión “de incógnito”… es descacharrante ¡y algo así pasó de verdad! Como muchos de los gritos que, veinticinco años después, los entusiasmados extras volvieron a corear en la plaza del Carmo ante un Marcelo Caetano, jefe del gobierno dictatorial, muy bien caracterizado pero absolutamente de ficción.
Poco después, otro italiano, Maurizio Sciarra, pasaba a relatarnos una odisea setentera, a caballo entre el flower power y los sueños revolucionarios de mayo del 68: “A la revolución en un Dos Caballos”. Basada en la novela homónima, cuenta la historia de tres amigos, Vitor, un emigrante portugués interpretado por el español Andoni Gracia; Marco, su compañero de piso italiano y universitario de escaso éxito, salvo con las mujeres (Adriano Giannini) y el antiguo y nunca olvidado amor de aquel, Claire (Gwenaelle Simon), que marchan juntos en un Citroën 2CV amarillo desde París a Lisboa, atravesando Burdeos, Castilla la Vieja y Extremadura pasando diferentes aventuras, experiencias, conversaciones para conocerse mejor. La meta final no parece que sea Lisboa, sino una etapa nueva en sus vidas. ¿Será Marco más maduro? ¿Claire más independiente? ¿Vitor más decidido? Una banda sonora llena de nostalgia (Eric Clapton, Thunderclap Newman…) y tres grandes como Moustaki, el fallecido Paco Rabal y Oscar Ladoire completan un interesante cuadro humano y de sensaciones.
Dijo Saramago del pueblo de Marvão, en las estribaciones de la sierra de São Mamede y con una vista privilegiada del Alto Alentejo, de Cáceres y de casi el infinito, que desde él se ve todo. Nos es posible afirmar, en su línea que, visto lo visto, en Lisboa cabe también todo tipo de historias. Y además, bien contadas.



 
HISTORIAS DE ESPIONAJE Y BALSAS DE PIEDRA
“La Casa Rusia”, cinta basada en la novela de John Le Carré, cuyas novelas de espionaje son conocidas por los lectores de medio mundo, y protagonizada por Sean Connery y Michelle Pfeiffer, ofrece impactantes imágenes de Moscú y San Petersburgo (por entonces, Leningrado, tal y como era llamada en la época soviética). Pero el lugar donde Connery -interpretando al borrachín editor Bartholomew Scott Blair, ex agente de la CIA en tiempos más jóvenes- tiene las primeras conversaciones con los servicios secretos de Estados Unidos y Gran Bretaña son unas instalaciones que los británicos tienen en Lisboa, donde Blair reside. Las calles estrechas, edificios con la ropa colgando de las ventanas (incluyendo una imagen de una bandera roja con la hoz y el martillo) y el tranvía que sube la cuesta de la catedral y el castillo de São Jorge forman parte de la escenografía del filme.
En “La balsa de piedra”, basada también en la novela del fallecido Premio Nobel José Saramago, podemos encontrar la imagen de una Lisboa desierta a causa del forzoso desplazamiento de sus habitantes a causa del inminente choque que, debido al desplazamiento de la nueva Isla Iberia tras el desgajamiento de la antigua península de los Pirineos, se producirá de la misma con el archipiélago de las Azores. Sin embargo, por increíble que parezca, mientras los protagonistas del filme (Federico Luppi, Icíar Bollaín o Gabino Diego entre otros) viajan de un lado a otro de España y Portugal, este acontecimiento funesto conseguirá evitarse.


 

 

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